“El Principito”, de Antoine de Saint-Exupéry

Ya sea en un instituto grande o en un centro pequeño, las clases de francés por norma general están formadas por “grupos reducidos”, pequeños, a veces casi “invisibles” que suelen pasar desapercibidos en el círculo y la vorágine del centro y de sus actividades.
Y es ahí donde nos encontramos con chic@s que pueden sentir incluso esa losa de formar parte de una minoría…¡Y qué rica minoría, oiga!
Echando la vista atrás, cuando yo estaba como ellos, al otro lado, en esa época de instituto y de hormonas florecientes, las clases eran por norma general de unas treinta o cuarenta personas y tú, eras un número más, un examen más, un expediente más, un compañer@ más… Entiendo que todo eso haya cambiado pero ¿lo ha hecho a mejor? Soy consciente que esa valoración depende de muchos factores que ahora no vienen al caso, lo que sí está claro, y por ello el motivo de mi argumento, es que en los grupos reducidos las clases son de atención personalizada, prácticamente como clases particulares…¡y gratuitas! – pagadas con los impuestos de los contribuyentes sí porque son centros públicos, pero sin que al final de año te pasen la factura por el consumo de agua, luz, calefacción, desgaste de silla, de tiza,….
Si tienes la suerte de formar parte de uno de ellos apreciarás el poder conocer al profesor/@, a tus compañer@s, y al resto de la gente que formará parte de la comunidad educativa en la que estás inmerso, y así, se empieza a crear uno “su propia familia” de conocidos y de amistades, sí, pero al fin y al cabo una familia que a veces es más enriquecedora e importante en nuestras vidas que la que nos haya podido tocar. Una familia cuyas raíces son mucho más profundas y nutritivas en nuestra madurez y reflexión.
¿Y qué si tu hij@ quiere formar parte de esa minoría? ¿Qué es más importante, la atención personalizada a sus inquietudes, ideas y nuevos desafíos en donde se le potencie sus habilidades, se fomente su autoestima, y se le motive a su propia superación diaria?, o ¿que su hij@ forme parte del todo masificado, en donde pasa desapercibido, sea conformista, sin espíritu crítico y se deje arrastrar cual alma en pena por la opinión de la mayoría?
Es verdad que en el mundo globalizado en que vivimos, la tendencia es la segunda frente a la primera
Y es que, en estos años, la materia de francés está siendo infravalorada en ese sentido. Parece que lo que ahora interesa es el aprendizaje de otras lenguas “mucho más importantes” y “con más salidas profesionales” como pueden ser el inglés, el alemán, ¡o incluso el chino! – da igual que figure como primera o segunda lengua extranjera.
El foco de esto es que al final, en la adquisición de una lengua extranjera no es tan importante el qué se aprende – que lo es -, sino de cómo se aprende y se enseña, es decir, qué mecanismos, habilidades, herramientas emplea esa persona para resolver los problemas que se van planteando, y de preparación ante la vida al final. Sé que esto puede sonar muy teórico, pero en esa edad en la que ellos siguen descubriendo y explorando, estos procesos son importantes para que se conviertan en un futuro en mejores ciudadanos.
Por eso comparo mis clases de francés con lo que ocurre con los institutos, centros y/o universidades de tamaño reducido. Y, llegados a este punto del texto, creo que las ventajas son obvias.
¿Lo más importante no es que nuestr@ hij@ sea feliz? Antoine de Saint-Exupéry ya nos lo relató en “El Principito”-, y me remito al título del texto – “lo esencial es invisible a los ojos”…
Es decir, que el verdadero valor de las cosas no siempre es evidente y a veces, nos da por pensar que ser uno más con esfuerzo y sacrificio es lo que nos va a hacer especiales. Sin pararnos a pensar que no nos atrevemos a ser parte de esa minoría…¿Quizás por miedo? ¿miedo al qué dirán? ¿miedo a sufrir? ¿miedo a luchar? o ¿miedo a fracasar? ¿Quizás por comodidad? ¿o quizás por conformismo?, tal vez sea porque sí…
Una cosa sí que tengo clara, cada uno de nosotr@s mism@s ya somos especiales…